Hace poco estaba con una amiga tomando un helado, hablando de todo y de nada. De un momento a otro me preguntó que era lo que me gustaba de él. Mi respuesta fue sencilla: no lo sé.
Y esa es la verdad, no lo sé. O puede que me guste todo de él. Me gusta cuando sonríe cuando está viendo el fútbol, me gusta cuando ríe por cualquier tontería, me gusta que me abrace de manera inesperada, me gusta que sea tan sensible, tan cariñoso, tan tímido, me gusta que se preocupe por los demás, me gusta que siempre que lo necesito esta ahí (por más que andemos de malas), me gusta la manera en la que me mira cuando piensa que no lo veo, me gusta que no consuma alcohol, me gusta que me cuide.
Pero lo que más me gusta de él es lo que siente por mí, porque yo sé que siente algo, aunque no lo sepa. Porque las acciones valen más que mil palabras, ¿no? Con simples cosas me hace saber lo mucho que me quiere. Cuando me mira, sonríe o cuida.
Yo lo sé.
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